Introducción al álbum
Danza orientalista publicado en 2007
por Alkis Raftis
Este libro pretende mostrar de forma resumida y escueta, el producto de una activa y minuciosa búsqueda, realizada durante mas de 30 años, en bibliotecas y anticuarios de Europa, siendo su objetivo compartir, con quienes están interesados e involucrados en las danzas de Oriente Medio, y que están ávidos de nuevos conocimientos, ya que el material recopilado sería suficiente para completar varios libros y publicaciones sobre la materia.
Tras una visión objetiva y reiterada, y de la seducción que impulsa a aprender esta forma de danza, tal vez se produzca un brusco encuentro, en las páginas de este libro, desde la transición expuesta desde la mas pasiva indulgencia estética a la profunda frustración intelectual, pues la mayor parte de los escritos sobre el tema resultan ser invenciones superficiales de aficionados, solo convenientes, si acaso, a la improvisada curiosidad de los niños, mas que al conocimiento codiciado por los estudiosos del tema.
La investigación científica histórica, requiere un largo procedimiento de estudio. Podemos encontrar estudios serios, dispersos e incluso perdidos para el lector en general, que deben ser encontrados, concretados y analizados si es que se pretende que sirvan de base a un estudio serio del tema, como pueda establecerse para la base de los cimientos en un edificio en construcción.
La historia de la danza en Oriente Medio tendrá que ser escrita sobre una base de fuentes fiables en relación a periodos históricos, de artículos periodísticos y de documentación, todo ello de forma independiente a la aparente avidez actual por alimentar la fantasía de los espectadores.
Afirmamos así, que el término correcto a utilizar para este fenómeno ha de ser “Orientalismo”, siendo un concepto mas idóneo que “Oriental”, “del Oriente Medio” o “Danza del Vientre”, este último concepto mas inadecuado si cabe que los anteriores, y sin embargo muy habitualmente utilizado. Estaríamos de acuerdo también con la denominación “Danza del Mediterráneo”, aún incluyendo a las danzas de los países católicos del noroeste de nuestro mar. Todo ello por considerar que el término “orientalista” respondería más a un baile oriental visto desde una mirada europea, que lo modifica de acuerdo con su perspectiva o la satisfacción de su expectativa sobre el mismo. Este punto de vista se toma prestado de la pintura, por ejemplo, en que se define la técnica usada por determinada Escuela, y no respecto a la propia técnica (como ocurre en el Impresionismo) sino en referencia al sujeto escogido. El pintor así ilustra un “cierto Oriente” más o menos fiel a la realidad, pero seguramente mas cerca de la visión que la gente quiere tener de ello, que de la fidelidad del mismo. El Orientalismo en la pintura y la literatura comienza alrededor de 1800, florece a finales del siglo XIX y decrece durante los años veinte del Siglo XX. Por otra parte, los pioneros de las Danzas Orientales se sitúan a principios del Siglo XX, con un declive progresivo hasta finales de siglo, que continúa hasta nuestros días. Observamos un modelo de demanda muy similar hace un siglo, pero ; ¿es todo ello suficiente para hacernos prever que el “Orientalismo” palidecerá allá por el año 2015?
El lector que no esté impaciente por continuar el estudio sobre textos e ilustraciones del siglo pasado, o quien aterrice sobre estos a partir de la lectura de este libro, encontrará entre sus líneas algunas aclaraciones a modo de “guía turística”. Esto es una cuestión de gustos, hay personas a las que no les gusta viajar sin seguir una guía turística, mientras otros disfrutan lanzándose a la exploración directa de tierras extranjeras. Las pautas que proponemos, mediante el presente estudio, proporcionan la oportunidad de disipar varias ideas falsas y de erradicar viejos tabúes, lo que debería ayudarnos a entender mejor los verdaderos encantos de la Danza Oriental, que no desaparecerán aunque seamos capaces de dejar atrás los inocentes “cuentos de hadas” tan extensamente difundidos sobre este tipo de danza.
Sobre Oriente
Lo que los europeos llamaron Oriente en aquellos tiempos, se refería básicamente al Imperio Otomano, que dominaba prácticamente a todos los países del entorno del Mediterráneo no del Este, sino del Sur de Europa. Además, el término “Oriental” es muy relativo, ya que para un egipcio su propia danza no se percibe como “Oriental”, mientras que para un americano, toda Europa es considerada del “Este”. Por lo tanto, la denominación “Oriental” es seguramente un concepto convencional que no debería ser tomado bajo el punto de vista de su significado literal.
Sobre la Religión
Es una equivocación asociar esta forma de danza con “los musulmanes”, simplemente porque los países orientales eran mayoritariamente de religión musulmana. En las ciudades, y sobre todo en los puertos, pero a menudo en los pueblos, un número considerable de habitantes - y la parte más dinámica de la población - no eran musulmanes. Aparte de Grecia y los Balcanes - donde la gran mayoría de la población era cristiana - podríamos encontrar por todas partes a judíos, griegos (que son Cristianos Ortodoxos), Levantinos (Católicos europeos) y desde luego Gitanos.
Todas estas comunidades estaban asentadas permanentemente desde varias generaciones anteriores y tenían sus propios hábitos de baile particulares, que incluyeron el baile Orientalista. Por regla general, los musulmanes de las ciudades nunca bailaban (al menos en público), estos pueblos raras veces lo hacían, mientras que las mujeres tenían la cara y cuerpo permanentemente cubierto. Excepcionalmente encontramos algunas pequeñas poblaciones conocidas por su baile, como el Zeibeks en Anatolia, la Ouled-Nail en Argelia o el Almées en Egipto.
Sobre profesionales y aficionados
En cada país del mundo y en cada periodo de tiempo, la danza ofrece dos formas principales: la de los profesionales y la de los aficionados. Este hecho, aún no es contemplado por los más serios y rigurosos libros de Historia de la Danza. Sin embargo se trata de diferencias radicales entre los que bailan para entretener a otros que son siempre los profesionales, lo cual les ha marcado con un signo de inferioridad social. Los demás, son los aficionados, es decir, los que “no actúan”, pero bailan en sus grupos, en ocasiones familiares o sociales, en tertulias y fiestas o en las ferias de su pueblo o ciudad.
Sobre mujeres u hombres
Llegados a este punto, nos encontramos con que la Danza Oriental fue creada por mujeres. En la pintura no se presentan excepciones, ya que ningún pintor se arriesgaría a provocar a la hipocresía imperante en su tiempo en tal medida, mientras que en la literatura comprobamos que el viajero europeo se mostraría indignado haciendo la “vista gorda” o añadiría comentarios de condenación para justificar la presencia masculina en un espectáculo de baile “sensual”, a excepción de los casos en que dichas danzas sean consideradas “del pueblo” y añadan espadas, o algún elemento agresivo que se apresuraría a definir como perteneciente a una “danza guerrera”.
Debería hacerse notar que las mujeres que eran retratadas en pintura, se escenificaban siempre bailando solas, mientras que las descripciones que encontramos en documentos escritos especifican siempre que las danzas de grupo eran claramente las mas comunes.
Sobre los hombres
Llegamos así al mayor tabú del Orientalismo. Incluso hoy en día, nadie está aún preparado para admitir que la danza profesional del Oriente Medio estaba mas dirigida a los hombres que a las mujeres. Quien solamente observase las pinturas existentes al respecto no podría haberlo sospechado, pero si que lo confirmaría inmediatamente que leyese los escritos de viajeros. Preparamos actualmente una monografía en concreto sobre este tema, en que se expondrán de forma detallada los referidos datos. Aún siendo lo evidente que nadie parece dispuesto a investigar este tema; ni los profesionales ni mucho menos los aficionados.
Sobre la música
Hay sin embargo un acuerdo común entre los viajeros; la música del Orientalismo es insoportable. No podría ser de otra manera, bajo el punto de vista de una Europa acostumbrada a una música religiosa promovida bajo los cánones estéticos de la Iglesia Católica, basada en la escala tonal temperada, y completamente diferente a las escalas naturales utilizadas en Oriente (y en todo el mundo, a excepción de Europa). En aquel tiempo también podría horrorizar la música europea a los orientales, pero no en la actualidad. Durante el pasado siglo, los medios de comunicación han logrado imponer la escala europea de forma que ahora es universalmente aceptada por encima de todos los demás sistemas musicales. Podríamos pensar que los pintores son excluidos del debate Europeo oriental sobre la música, pero ellos se traicionan a si mismos representando instrumentos musicales en sus obras. Esto debido a que una pintura o un grabado muestran una imagen estática. Denotan, al mostrar a los músicos la presencia de acompañamiento musical y el movimiento armonioso del cuerpo que ellos sugieren. Sabiendo que la atención del espectador será dirigida al baile, el pintor pone poca atención a los instrumentos que reproduce fielmente, por lo tanto su forma o el modo en que ellos son sostenidos por el músico, son raras veces correctos.
Sobre la indumentaria
La indumentaria oriental y sus telas eran ya familiares a los europeos hace siglos, no por su pintoresco uso en la ópera, sino por los disfraces exóticos que usarán los burgueses en sus fiestas. Es más, muchas de las mejores telas que cubren a las mujeres del harén fueron importadas a Europa. El pintor fácilmente podría encontrar trajes orientales, tomados de guardarropas o de destacadas revistas de moda de la época, para representar los vestidos característicos orientales. El problema se presenta en otro aspecto: en las diferentes actitudes que conciernen el cuerpo y su indumentaria. Para un europeo, la semidesnudez es sensual y provocativa, mientras para un Oriental es claramente presuntuosa e insípida. El pintor destapa las manos, el pecho y todo lo que pueda en el bailarín, probablemente a sabiendas de que lo esta distanciando de la realidad y de que, por tanto, lo traiciona. Esto lo hace el pintor, probablemente para vender mejor sus pinturas. Si hubiese deseado venderlo a burgueses ricos turcos o egipcios, lo que habría cubierto con mucha luz, con velos y muy recargado en cantidad de bisutería barata.
Sobre el cuerpo y la sexualidad
Los pintores deseaban sugerir la sexualidad desenfrenada y supuestamente contenida en las “danzas del vientre", a diferencia de los que podríamos ver en la Europa de aquel tiempo - es decir el ballet clásico en grandes ciudades, los bailes de pareja en salones aristocráticos y burgueses y el baile tradicional de los pueblos. Si difícil era entonces, hoy es casi imposible entender que el modo en que nosotros vemos el cuerpo es sólo una construcción de nuestra propia sociedad.
Por ejemplo, a nosotros los pechos de una mujer nos parecen una muestra de sexualidad, mientras que para un Oriental de aquel tiempo resultaban completamente indiferentes. Las mujeres no llevaban sostenes y el pecho alimentaba a sus bebés frecuentemente de forma abierta, pública y natural. Por otra parte, el pelo de una mujer es constantemente expuesto hoy en día y aún puede pasar inadvertido para un occidental, mientras para un musulmán supone probablemente la visión más espantosa. El tobillo o el cuello de una mujer llama la atención a un oriental, de la misma forma que seduce al cristiano una cintura fina o unos largos dedos. La piel blanca como la nieve emocionó al “pashas”, que por esta razón valoraba enormemente a muchachas georgianas para sus harenes, mientras que despreciaba lo que seria una atractiva piel que fascinaría a un Inglés, y de la misma forma que el europeo hubo un tiempo en que despreció la piel bronceada tan de moda hoy, porque la asociaba con el trabajo en los campos, entonces despreciado socialmente.
Las diferencias en cuanto a los gustos se hacen aún más obvias considerando otros factores que se relacionan con la belleza percibida en la mujer. Uno de estos aspectos es el estado: uno piensa sólo en muchachas solteras, no en mujeres casadas, cuando se trata de preguntas sobre la belleza o la danza. En aquellos tiempos, el matrimonio era un cambio radical que implicaba la salida de la vida social y el sistemático abandono del cuidado físico de la mujer para concentrarse en partos repetidos, la cría de los niños y el mantenimiento de la casa. Otro factor a tener en cuenta es que las modelos escogidas por los pintores europeos como bailarinas hermosas, serían rechazadas por los orientales como demasiado huesudas y poco atractivas. Siendo que una persona bien alimentada era algo a lo que se aspiraba como un lujo que sólo los ricos podrían permitirse, cuanto más opulenta era una mujer, más hermosa se consideraba. El famoso “paseo de la bataclana” es hoy desconocido, pero aquello inflamaba la imaginación de los poetas de entonces.
Si el pintor siguiera la estética del Oriente Medio, no sólo pintaría a sus bailarinas más gordas, sino también más bajas, algo que los europeos seguramente no apreciarían como hermoso. Tendría que pintarles algunos 'lunares' por aquí y por allá, así como muy abundantes sobre el labio superior y el cuerpo, que eran los signos mas evidentes de una sexualidad pronunciada.
Si los viajeros europeos hubieran visitado el campo de sus propios países, estarían mejor informados y también preparados para entender la barrera del Oriente. En la vida rural de la Europa del siglo XIX, todavía se conservaban muchos de los rasgos antiguos que desaparecerían en el transcurso del “XX”. Los países orientales simplemente han conservado los mismos rasgos durante mucho más tiempo.
Volver a escribir Historia
Como ocurre en cada acercamiento histórico, en este caso también será el problema principal la cuestión de la fiabilidad de las fuentes. Escribir (de nuevo!) la historia del Orientalismo, o al menos de la danza en los países mediterráneos, requeriría volver a los testimonios, ya que lo registrado por autores locales es muy escaso. Es por tanto inevitablemente y necesario confiar en los extranjeros, principalmente en los viajeros. Las fuentes para la búsqueda son literarias e iconográficas, pero su credibilidad varía enormemente. Están aquellos que nunca vieron la realidad pero lograron reunir la información de modo que sus descripciones fuesen particularmente útiles. Y, por otra parte, hay hallazgos que, a pesar de encontrarse sobre el terreno, dan una información vaga o incorrecta. Una evaluación cuidadosa de cada fuente se hace indispensable, examinándose principalmente el trabajo completo del autor o del pintor, para comprobar si este acostumbra a poner atención en los detalles y si otras fuentes confirman los datos suministrados.
Sobre los textos
Optar por la clasificación de los textos según su orden cronológico fue considerado como el método menos confuso de todos. Las descripciones nunca son tan detalladas como para permitir la reconstrucción de un baile, pero los textos suministran una riqueza en lo relativo a otros hechos, probablemente más importante que los movimientos de los bailarines. Cuando la fecha es incierta, la encontramos seguida de un signo de interrogación. Los nombres de países o regiones así como de las fronteras que los separan han estado cambiándose a menudo. Optamos siempre por la denominación más familiar al lector actual. El texto ha sido copiado fielmente, y los errores, incluso los tipográficos, han sido también conservados. La mayoría de los libros de viaje son muy raros, por lo que encontrarlos y leerlos para extraer de ellos pasos de baile lleva mucho tiempo. La copia presenta obstáculos técnicos pues no se debe abrir más que en ángulo recto, ya que se dañarían las juntas del libro. A veces el autor ni siquiera menciona donde ocurrió la escena (de hecho los pintores nunca lo hacen) o bien confían en que la información suministrada para su interpretación, al menos, sirve de guía.
Sobre las imágenes pictóricas
Las pinturas han sido expuestas en nuestro libro siempre atendiendo al nombre del artista. Es obvio que no existe ninguna conexión entre los textos y los cuadros presentados. La única razón de haberlos reunido y expuesto de forma simultánea es la de crear un efecto de atracción y hacer así la lectura más amena. Dimos prioridad a las pinturas (como más impresionantes), en detrimento de las copias (que, sin embargo, son más fiables) dejándolas para próximas ediciones. No hicimos ninguna intervención, pero lo que nosotros no podemos evitar es repetir alteraciones originales en nuestras fuentes: los diseñadores de álbumes tenían el mal hábito de cortar los cuadros, mientras que las impresoras, hasta hace poco, fallaban en la reproducción fiel de los colores.
Un libro sobre la danza no es nada más que un complemento al acto de la misma. Es mucho más importante vivir la Danza ejecutándola, bailando, y si no podemos, entonces debemos conformarnos con conseguir una pequeña parte del placer mirando bailar a los otros. Sólo cuando ni siquiera podamos mirar la Danza, es cuando aconsejamos leer sobre la danza, para enriquecer nuestro conocimiento y para cultivar nuestra apreciación de esta.
Así lograremos ser mejores bailarines, y también mejores espectadores.
Alkis Raftis
Traducido por traducido por Alessandra Ruiz Macías